Rashid se pasó el día en su habitación, fumando.
Mariam se quedó acostada en el sofá con las manos metidas entre las rodillas, contemplando la nieve que se arremolinaba frente a la ventana. Recordó que Nana le había dicho en una ocasión que cada copo de nieve era el suspiro de una mujer a la que habían ofendido en algún lugar del mundo. Que todos los suspiros subían al cielo, formaban nubes y luego se deshacían en trocitos diminutos que caían silenciosamente sobre las personas.
"Para recordar cuánto sufren las mujeres como nosotras - había dicho -. Con cuánta resignación soportamos lo que nos toca sufrir".
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