
En un primer momento nos reunimos en el local de la organización para preparar cafe, leche y caldo que llevaríamos en grandes termos para repartir, ya desde ahí la experiencia fue maravillosa, porque en estos lugares encuentras gente estupenda, gente que dedica horas de su tiempo de ocio a los demás es siempre gente interesante, gente encantadora. Estos años en Madrid han sido un gran descubrimiento de toda esa gente, una gran patada en la cara a mi concepto negativo del ser humano, una patada que deseo recibir cada vez más fuerte.
Ya con todo preparado a eso de las 9 de la noche salimos a la calle, paseamos por el centro de la ciudad, Ópera, Plaza de Oriente, Plaza Mayor.... lugares que uno tiene asociado al ocio, a la diversión, lugares por los que he pasado miles de veces sin percatarme de lo que allí ocurre, claro que había visto a gente entre cartones en esa zona, pero solo los había visto con los ojos de la cara, lo que es igual que no ver. Desde el primer grupo al que nos acercamos fue todo una lección vital, no tuve que pensar como comportarme, como dirigirme a ellos, como tratarlos, ... ellos fueron los que me trataron a mí, los que se dirigieron a mí, los que me enseñaron. Y pude ver que las cosas no son ni de lejos como las imaginaba, pude ver a personas de carne y hueso, como tú y como yo, personas que pasan momentos malos y se ven en situaciones difíciles, pero que no pierden su diginidad, que no pierden su humanidad, antes al contrario, pueden ser mucho más humanos que los robots que vivimos esta vida "normal", que vamos como autómatas a nuestros trabajos día a día y que no tenemos ojos para lo que ocurre alrededor.
Hablé con muchas personas, que en unos minutos me contaron cosas tan personales que yo tardaría años en contárselas a nadie, y fue increiblemente agradable, no sentí que yo estuviera haciendo un bien a nadie, sentí que me lo hacían a mí, que me abrían su alma, que nos abrían su alma,..... hoy dormí poco, pensando en un joven que conocí en la plaza mayor, que me contó las putadas que habían jalonado su vida, los sufrimientos que había pasado, y las esperanzas que todavía tenía en el futuro, yo no pude decirle nada, !qué se yo de tanto sufrimiento!, solo podía escucharle, intentar comprenderle, y darle una café y unas galletas para luchar contra el frío, recuerdo su despedida cuando nos fuimos después de un rato de charla, su cara era de agradecimiento real, sincero, no por el café sino por la charla,.... espero que la vida le tenga reservada esa pizca de suerte que hasta ahora le ha negado.