lunes, 22 de julio de 2013

Raíces y recuerdos

Recuerdos...., hay recuerdos que se graban en la mente, en alguna parte remota, recuerdos que no vuelven al primer plano habitualmente pero que en algún momento, por una imágen, un sonido, un olor, una conversación nos visitan con su carga de alegría y nostalgia. Este fin de semana, por alguna de esas casualidades de la vida, dos situaciones invocaron en mí los mismos recuerdos, ese mozalbete rubiales y revoltoso, con jersey de cuello alto, pantalones de pana y playeros (deportivas que dicen aquí) marca Paredes, bata y abrigo encima para soportar los asegurados cero grados o menos, a su lado su hermano mayor, más formal, con un ojo pendiente de que no la liara, alrededor mamá con sus pantalones de pana y la vieja bata azul, papá, también con el mono azul de la fábrica que adquirió una segunda vida como indumentaria para el trabajo en el pueblo y las botas "cachuscas", uniforme oficial de la "matanza". Junto a ellos el abuelo, patriarca silencioso pero omnipresente, la abuela, encarnación de esas mujeres de antes, fuertes, recias, siempre dispuestas a trabajar, cuidar, ayudar, sostenes eternos de la familia.
Cada uno teníamos nuestras tareas en ese organigrama perfecto, preparar las herramientas, el banco para el sacrificio, los barreños para ir almacenando todo, ir a buscar al marrano, que ya en el camino trataba de buscar otras direcciones, intuyendo que en esa fiesta el tendría su triste final. De ir a buscarle nos encargábamos los "hombres", allí iba yo tan feliz con papá, mi hermano y el abuelo, y venía dirigiendo valientemente al marrano con la vara, salvo cuando se daba la vuelta, que corría como alma que lleva el diablo tras las piernas de papá. Una vez en la casa todo se aceleraba, la familia entera ayudábamos al sacrificio, unos agarran de aquí otros de allá y finalmente el abuelo asesta la definitiva cuchillada, unos minutos y todo ha acabado, y comienza la actividad frenética, preparar la paja para la quema de los pelos, con grandes mazos de juncos por encima y por debajo, una vez montado empezaban las historias de aquella vez que uno se levantó y hechó a correr, de aquella otra que al abuelo se le escapó el gancho y casi se saca un ojo,....., una vez prendidos los juncos todo se llena de ese olor,... así escuchado puede parecer terrible, en aquel momento era el olor de lo familiar, del cobijo, de la seguridad, del alimento para todo el año, de la tradición. En ese momento siempre aparecía mi otro abuelo, con las cuchillas para raspar, aquellos trozos de viejas guadañas oxidados pero afilados, repartía para todos, y cada uno cogía su parte y concienzudamente trataba de dejar la piel lustrosa, para que luego los torreznos estuvieran más ricos.
Finalizado ese proceso llegaba el momento de abrir, vaciar, limpiar y dejar colgado en la escalera a secar hasta la noche, cuando vendría la parte de estazar....., eran cuatro días de trabajo comunitario, de compartir anécdotas, de recibir alguna bronca cuando en el estress del trabajo hacías demasiadas preguntas o revoloteabas demasiado alrededor de papá, .... eran momentos de amor, quizá no como el que hoy yo estoy acostumbrado a dar y recibir, no era un amor de palabras, ni siquiera de abrazos o caricias, era un amor en el aire, que entraba por la nariz, por la boca, por los oidos, por los poros de la piel, era un amor que venía de generaciones y generaciones trabajando juntos, viviendo juntos, aprendiendo juntos, llorando juntos, era un amor que un niñó solo puede intuir pero no comprender, es un amor que muchos años después, cuando algunos ya no están y los demás hemos cambiado poco a poco he podido comprender y valorar en su justa medida. Esas imágenes, esos olores, esos recuerdos están tatuados en mi alma para siempre, y de alguna manera cada cierto tiempo, por segundos volveré a ellos, volveré a ser ese niño, volveré a escuchar a mis dos abuelos enseñarme como hacer cada cosa, volveré a desear que papá me deje ayudarle a llevar el barreño, volveré a pedir a la abuela un poco de pan de la panera, volveré corriendo a las faldas de mamá para que me de unas jijas recién hechas, volveré al corral con mi hermano a investigar con la luna (la perra de mi abuelo) en el colgarizo y en las conejeras.... y desde allí volveré a saber de donde vengo, y cuanta suerte tuve de vivir esos momentos....


2 comentarios:

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