miércoles, 5 de diciembre de 2012

Prisa mata

Recuerdo que cuando llegué a Madrid, hace ya más de 6 años, hubo algo que desde el principio llamó poderosamente mi atención, la gente corría todo el rato, transitaba por cualquier lugar y en cualquier situación a una velocidad mucho más alta que en mi Valladolid de origen, a día de hoy creo que en realidad coexisten dos ciudades en una, con dos grupos de ciudadanos entrecruzados, los que corren a todas horas y los que caminan, corredores y caminantes. Los primeros andan todo el día como si llegaran tarde algún sitio, como si trataran de vencer al inexorable paso del tiempo, tratando de arañar segundos que juntar en un cajón para llegado el tiempo conseguir algunos minutos más de vida, una bola extra de los antiguos pinball de mi infancia, estos corredores van tan concentrados en ese objetivo perseguido, como conejos tras la zanahoria, que no tienen tiempo para sonreír, para escuchar al de al lado, para sujetar la puerta al que viene detrás, para retrasar unos segundos su trote por el anciano que camina delante, y no digo con esto que sean unos malvados cascarrabias, todos nosotros sentimos esa tentación en ocasiones, solo hace falta ponerse a caminar por la Gran Vía habiendo quedado con alguien y llegando con el tiempo justo para tener la tentación de resoplar, protestar y tratar de pasar medio empujando entre la marabunta de gente, lo que hagas con esa tentación marcará mucho tu manera de vivir en "la gran ciudad", parece una decisión pequeña, insignificante, pero creo sinceramente que no lo es, puedes ser un corredor que siempre vive persiguiendo el tiempo perdido o un caminante que solo espera que la ola que surge del último suspiro de un segundo le transporte mecido hasta el siguiente, como decía el bueno de Robe Iniesta.
Desde el primer día que estuve aquí me prometí a mi mismo no correr, ser un caminante, y cada día me lo vuelvo a prometer, quiero tener el tiempo de sonreír en el metro a un desconocido ocurrente, o a una mujer con su bebé, tener el tiempo de pararme unos minutos a escuchar a un artista callejero, tener el tiempo de caminar por las calles despacio dejándome arrastrar por ensoñaciones de mundos reales o inventados, tener el tiempo, como decía Machado, de volver la vista atrás para ver esa senda que nunca se ha de volver a pisar, tener el tiempo de pensar que somos algo más que esclavos del tiempo, porque como dicen en tierras marroquíes prisa mata.


2 comentarios:

  1. Excelente post
    Que razon.
    Cmo en momo, ese tiempo que creemos que ahorramos, en realidad se lo llevan los hombres grises, no nos lo quedamos nosotros
    Abrazos, caminante pensante

    ResponderEliminar
  2. la prisa hace que nos perdamos esos detalles que hacen humana la vida hermano, y una vida no humana no es vida
    un abrazo grande

    ResponderEliminar

Recuerda al opinar que tu libertad termina donde empieza la del otro. Respeta y serás respetado.