viernes, 18 de octubre de 2013

Palabras a un espacio

Cuatro años y pico después, me voy, salgo de tu abrigo, para empezar otra etapa, para crear otro nido, ¿recuerdas como estaba cuando llegué aquí?, triste, con una enorme sensación de soledad, las lágrimas regaban mi almohada en muchas noches sin luna, el eco de mi llanto se perdía entre tus paredes. No sabía quién era, ni que quería, y por supuesto, no entendía nada de lo que ocurría más allá de la frontera de mi piel. Como ha cambiado todo querida, para empezar, ya no soy el solitario ocupante de tus terrenos, bien prontito abrí la puerta a otra solitaria, que como tú, me vió llorar, y me acompañó en esos días grises. ¿Recuerdas lo pequeña que era cuando llegó? ¿el miedo que tenía? ¿los lastimosos amagos de maullido que salían de su boca?. En estos cuatro años ella ha cambiado, ha crecido, ha vivido,... y yo también, !vaya si he cambiado!, y vaya si ha cambiado mi vida, tú has sido testigo mudo de mis pasitos, de mis esfuerzos, de mis aciertos y mis fracasos, las lágrimas poco a poco dejaron espacio a la confianza, al respeto a mi mismo, a la ilusión por aprender, a la convicción de perdonar, empezando por perdonarme a mi mismo. En estos cuatro años querida mi yo más profundo cambió, buscó lo que no tenía, y lo que si tenía pero no valoraba, aprendió a aceptar los defectos pero también a luchar por cambiarlos, aprendió a intentar dejar de lado la soberbia, a escuchar de verdad, con los oídos del corazón, aprendió a criticarse constructivamente, a exigirse y a perdonarse, aprendió a entender que los que te dañan casi nunca quieren hacerlo y que a los que amas algunas veces los dañarás sin quererlo, aprendió a pedir perdón y aceptar disculpas, aprendió que el rencor solo me pudre a mí y que el adiós a veces es la mejor manera de querer.
La vida me ha cambiado, ahora me quiero, con aciertos y errores, con sinceridad absoluta, y creo que ahora he aprendido a querer mejor, y a respetar de manera más sincera.
Aunque hay algunas cosas que no han cambiado, sigo sin entender casi nada de lo que ocurre en el exterior de mi piel, y la vida me lo recordó con el extraño último día como ahijado de tus paredes.
Es estúpido dedicar palabras a una casa, pero necesitaba decírtelas, porque por primera vez en mucho tiempo tú fuiste un hogar, y en la calidez de tu hogar encontré el asiento adecuado para creer en mí, y para atreverme al menos un poquito a vivir.
Adios hogar, espero que a tu próximo inquilino le acompañes en una etapa tan fructífera como la que yo viví en tus brazos.

3 comentarios:

Recuerda al opinar que tu libertad termina donde empieza la del otro. Respeta y serás respetado.